Desde mi infancia y hasta el inicio de mi edad adulta sufrí obesidad. Siempre había estado luchando por bajar de peso, me sentía incómodo conmigo mismo y luchar por estar delgado era una necesidad.
Cuando estaba en sobrepeso me sentía rechazado por muchas personas y hacer una vida normal se me hacía complicado. En el instituto siempre suspendía educación física, entre otros motivos porque no era capaz de realizar una carrera de forma continuada. Detalles de la vida cotidiana, como comprar ropa que me gustara, se me hacían tareas imposibles, ya que en aquella condición para mí solo estaba la sección de tallas especiales. Mi estado de salud no era favorable, no me sentía con agilidad, con cualquier esfuerzo me fatigaba y con tan solo 14 o 15 años ya tenía la tensión arterial alta. Las limitaciones se extendían tanto que me afectaban hasta en las oportunidades laborales, ya que, aunque parezca cruel, hasta en estos campos somos prejuzgados. Con respecto a las relaciones sentimentales con las chicas, mejor ni hablar...
Durante toda mi vida estuve visitando a nutricionistas y entrenadores personales con los que conseguía resultados que en poco tiempo se volatilizaban, ya que los planes nutricionales y deportivos establecidos no estaban en acuerdo con mis necesidades psicológicas, me agobiaban y rendirme ante mis debilidades era la tónica habitual en mí. Me sentía culpable, los especialistas y muchas personas me consideraban un gordo sin fuerza de voluntad, comilón y perezoso; de hecho, eso mismo opinaba yo sobre mí y por ello me castigaba aún más. Durante muchos años mi existencia se mantuvo en oscuridad.
Tras un periodo de reflexión me di cuenta de que mi problema no estaba en una falta de fuerza de voluntad, sino en la relación que existía entre la comida y mi mente; era notable que experimentaba una tentación por comer compulsivamente que, según en qué momentos, me podría resultar incluso como una droga, ya que comía lo que no debía, incluso sabiendo que eso ocasionaría grandes problemas en mi vida, pero ni aun así conseguía evitarlo.
Poco a poco, analizando cuestiones, descubrí que había muchas lagunas en los métodos que los profesionales establecían para tratar obesidad; sobre todo en el campo de la psicología, ya que, guste o no, nosotros en ese aspecto somos diferentes.
Me sentía incomprendido por los terapeutas que me trataban, no aceptaba la idea de tirar la toalla ante la obesidad y necesitaba elaborar un plan. Fue entonces cuando emprendí un nuevo camino en mi vida. Sabía que lo primero en lo que debía trabajar era en corregir la raíz de mi problema, y eso no era comer menos o practicar más deporte, sino estudiar mi mente y tratarla minuciosamente para conseguir ahogar los pensamientos que perturbaban la coherencia, demandándome comer lo que no debía y mantenerme en sedentarismo, para fortalecer a la misma vez las voces de mi alma que me clamaban hacer las cosas bien y mejorar.
Eché manos a libros especializados, documentos científicos, me reuní con personas que sufrían el mismo problema que yo y estudié profundizando en diferentes fuentes relacionadas con la obesidad. Estaba inmerso en el mayor desafío de mi vida y, sin duda, el más importante, ya que de todo lo que consiguiese investigar iba a depender mi futura calidad de vida.
Apliqué todo lo aprendido, corregí aspectos de mi situación y a partir de entonces comencé el increíble proceso de transformar mi vida: había encontrado el enigmático problema y ya sabía cómo tratarlo, saliendo poco a poco de la obesidad como si de una pesadilla hubiese despertado.
Adquirir conocimientos sobre psicología, comer equilibradamente y practicar deporte fueron pilares fundamentales en mi transformación. Es increíble, hoy soy como siempre deseé ser: un chico con peso saludable, confianza en mí mismo y emociones positivas. Ahora disfruto de mis hábitos de vida y, lo más asombroso, disfruto de la comida incluso más que antes sin que ello me lleve al sobrepeso. También me aferré fuertemente al deporte, tanto que hoy
forma parte de mi filosofía de vida y es para mí un gran gozo practicarlo.
Con el fin de no dejarme nada por aprender, me formé académicamente como Técnico en Acondicionamiento Físico en Sala de Musculación, Entrenador Personal y Técnico en Nutrición Deportiva.
Analizándome, ignorando las diferencias físicas y comparando mí pasado con mi presente, a pesar de lo que pueda parecer, en realidad soy exactamente la misma persona, mi espíritu mantiene la misma esencia y mi fuerza de voluntad cuenta con el mismo valor; la única diferencia en la ecuación está en los conocimientos. Ahora sé cómo educar mi mente, ordenar mis pensamientos y aplicar mis esfuerzos para que no resulten en vano; no recurriendo únicamente a la fuerza bruta para luchar contra mis debilidades, sino actuando en el plan con inteligencia y eficiencia. La fortaleza que necesitamos para cambiar es nutrida por la necesidad, por nuestros sueños, por el afán de superación y por el honor, ese valor que nace en nuestra moral y que nos debe gobernar desde el corazón. Acto seguido al crecimiento espiritual, debemos focalizar nuestros pensamientos para que toda esa energía se transforme en resultados. Los resultados, de una forma recíproca, retroalimentarán a nuestra mente para que la motivación no cese. Es impresionante, cuan valioso puede llegar a ser el poder del conocimiento.
Aprovechando mi experiencia, todo lo aprendido, el deseo por dejar en el mundo mi pequeño granito de arena, encontrar el propósito de mi existencia y las ganas por ayudar a personas que hoy están en las mismas circunstancias en las que me encontraba yo, clasifiqué toda la información y desarrollé una terapia, a la que he llamado "TRANSFORMALIZATE".
Solo me queda decirte, a ti que estás ahí leyéndome, que estoy aquí para escucharte, asesorarte y acompañarte en tu camino. Ven conmigo y entre los dos TRANSFORMAREMOS TU VIDA, porque tú y yo ¡CONTRA LA OBESIDAD PODEMOS!